miércoles, 11 de septiembre de 2013

Fotogramas en movimiento

Los escasos visitantes de este blog habrán observado que después de un estreno eufórico, con todo el empuje de los días de ocio y los últimos estertores del mes de agosto, he terminado entrando en la dinámica habitual de apariciones furtivas y conversaciones casi conmigo mismo, sobrevenidas con una irregular cadencia proclive más bien a la sorpresa que a un periódico flujo de inspiración o suerte de pírricas ocurrencias. El tiempo se estrecha y las horas no dan más de sí. Eso se nota también cuando de escribir se trata y a veces se encarna incluso con la forma de molestos episodios de desasosiego, porque no es fácil abarcar todo aquel campo de acción que en principio habíamos deseado. 

Muchos frentes abiertos. Propósitos que terminan haciendo aguas. Prisas que no son buenas consejeras. Poemas que es mejor dejar reposar en la soledad de un cajón con olor a madera, como se hace con los vinos que aspiran a ser un día protagonistas de una buena mesa. Escenarios que se solapan unos a otros, planos que se suceden con rapidez sin dar tiempo a reaccionar ni a detenerse en la contemplación de las vistas.  



Así los días, y los meses, van pasando, y nosotros, casi sin darnos cuenta. Ya mismo nos felicitan por Navidad y seremos un año más viejos. Quizá la cosa esté en bajar el nivel de revoluciones, en deglutir un poco más lentamente cada pedazo de realidad, de modo que el placer de los sabores se imponga a la urgencia por sentirse repletos, tanto que al final terminamos hartos de todo.  

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