sábado, 31 de marzo de 2018

Más allá de las procesiones

Semana Santa. Conversábamos anoche sobre el significado de las manifestaciones que estos días se prodigan por nuestras calles, que inundan el espacio de las televisiones, que invaden los dígitos de nuestra cotidianidad. Para el creyente, es una forma de hacer catequesis, de infundir, con la medicina del silencio y la reflexión, la necesidad de buscar una salida a la las múltiples preguntas que incendian nuestro caminar, aportando un itinerario de esperanza. Para todos aquellos reacios a asimilar la brújula de la trascendencia, la Semana Santa se alza con su carga de folklore, de espectáculo abierto al fragor del turismo. Entretanto, un Cristo desfila en silencio. Tomando prestadas las palabras de D. Antonio Machado, uno es producto de cuanto respiró bajo estos días azules y este sol de la infancia, e interpreta el sentido de la religiosidad desde el prisma de quien lleva impregnada en sus rasgos la impronta de un creer alimentado a la medida de muchas voces, que va más allá del teatro de las imágenes, que te interroga y, no pocas veces, también tortura, pero que vive arraigado bajo la epidermis, con su carga de compromiso y su difícil lección de humildad, que tanto cuesta aprender. 



Jesús Condenado. Cáceres. Procesión Magna 2015. 

Prescindir de uno mismo, mirar hacia adelante, 
buscarse en los ojos del otro...

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