sábado, 31 de agosto de 2013

Personajes en escenarios: "The Lady of Shalott"

Nos movemos de escenario en escenario. Pero ¿qué sería de ellos si no los vistiésemos de figurantes, de situaciones, de sentimientos, si no les diéramos vida? Sea a través de la literatura, de la música o de la imagen, perseguimos retratar el mundo como una realidad en movimiento, dotada de alma propia, no como algo estático e inmutable. En esta sección del blog, de la que me ocuparé periódicamente, rescataré esos episodios, personajes y otros elementos que servirán para integrar escenarios y darles sentido. 

Cerramos ahora los ojos y nos situamos en el medievo. En una época construida en gran parte a base de leyendas y cantares de gesta, donde ni siquiera podemos asegurar que sus protagonistas sean algo más que un halo literario o una ensoñación fruto de un tiempo turbulento. Camelot. La patria de los mitos del Rey Arturo, los relatos de la Tabla Redonda y las brumas de Avalon.  Cerramos los ojos de nuevo... Despertamos en el siglo XIX, en la imaginación de un escritor victoriano, en el pincel de un pintor harto de hechuras grecolatinas, cautivado por la atmósfera envolvente de las historias artúricas y las tragedias shakesperianas. 

La primera vez que supe de "The Lady of Shalott" fue a través del fragmento de un cuadro en la portada de una antología poética, la de un autor no menos implicado en coqueteos con las oscuridades y misterios del medievo, con la cábala o la alquimia: Juan Eduardo Cirlot, poeta nacido en Barcelona en 1916 y fallecido en 1973. Fascinado por la visión de la película "El señor de la guerra", de Franklin Schaffner, protagonizada por Charlton Heston y Rosemary Forsyth, creó en torno a ella todo un ciclo poético, el "Ciclo de Bronwyn", con múltiples guiños al universo esotérico y a los mitos de Ofelia o Parsifal.  En aquella ocasión se trataba del cuadro de John William Waterhouse, y apenas si podía verse  su parte central, con la protagonista a bordo de una pequeña nave, con las facciones desencajadas, como poseída por una extraña fuerza atávica que parecía controlar su destino.  Descubriría más tarde que aquella historia había sido versificada por el poeta inglés Alfred Lord Tennyson (1809-1892), y traté sin éxito de localizar una versión traducida al español del texto. Eran los últimos años de la década de los ochenta del pasado siglo. Solo conseguí tener acceso al poema "The Lady of Shalott" en versión inglesa, por lo que sin haber estudiado en profundidad esta lengua, cualquier intento de lectura me resultaba un duro reto, con el riesgo de erróneas interpretaciones. 


The Lady of Shalott (Waterhouse). Tate Britain. Londres

Ya tenemos pues escenario y protagonista: La dama que teje en una tela mágica las imágenes de los que pasan cerca de su castillo, directos hacia Camelot,  pero que es víctima de un malefico al ver cómo se rompe su espejo cuando pasa el gentil caballero Lancelot.  Es entonces cuando el poeta sella su destino: "A curse is on her if she stay / to look down to Camelot". "Allí está ella, que teje noche y día una mágica tela de colores. Ha escuchado un susurro que le anuncia que alguna horrible maldición le aguarda si mira en dirección a Camelot".  


The Lady of Shalott (Hunt).

La posterior tragedia de la protagonista, ya entregada a un peregrinaje sin retorno por el río hasta Camelot, sabedora de su trágico desenlace, cautivó a poetas y pintores y a mí me fascinó desde un primer momento, como le ocurriera a Cirlot con su Bronwyn de "El Señor de la Guerra"

Así, en 1988, en mi libro "Autoconfesiones", aparecerá una primera referencia a este tema en poema titulado "The Lady of Shalott", y estos versos:

Qué queda de ti
alguna vez huyendo de la noche
crecieron tus heladas olas cerca
del incienso
entre las ramas rotas comunicándome
lo secreto del mar

Desde donde sangra 
la luz
acaso fuiste tu desnudo
descompuesta la soledad erecta por
la niebla
entre lo blanco del pecho y entre el hierro

Pero no fue suficiente. La fascinación por la historia de esta mujer víctima de su destino daría nombre al poemario "La dama de Shalott", que en 1989 fue "Premio Ruta de la Plata" (12 edición),  y que sin embargo nunca fue publicado.  A él pertenecen los versos que siguen:

Y ahora con adjetivos esquivas el sueńo,
el extravío antiguo del oboe en los labios,
tierra eres cercada por la lluvia

virginidad acosan los azotes del alba,
en los muslos la luna quemazón anónima
cincela tempestades

bajo el puente donde las lilas reflejen
tu pelo rojo se conducirá la barca,
cálida la luz conformada de estigmas,
gotas de esa sangre que en tu pecho se espesa

Esta historia pasó luego a la música, y no dejéis de escuchar la magnífica recreación que Loreena McKennitt hizo del largo poema de Tennyson dentro de su álbum "The Visitor", publicado en 1993. 


Por fin en 2002 la editorial Pre-Textos en su colección "La cruz del sur", publicará traducida al español la obra de este poeta inglés junto a otras composiciones del mismo autor, muchas también ambientadas en ese ambiente artúrico de leyendas, héroes y heroínas. Recuerdo la emoción que pude sentir una noche en la Taberna Lancelot de Cáceres, en plena ciudad monumental, en uno de sus "Readings", al leer íntegro y en español el poema "La dama de Shalott". Solo faltaba el arpa de Loreena.


Recientemente, volví a ver el rostro de esa mujer, tal como lo imaginara Waterhouse, en las paredes de la Tate Britain en Londres. Pasé unos largos instantes ante ella, como si de la primera vez se tratase. Volvió a hacerme pensar su historia, la angustia de conocer un destino trágico esculpido de antemano. El ansia de dejarse llevar, "la humedad de un cáliz del que no podrá separar los labios", "el frío que la demencia desliza sobre las aristas del rostro". Y de nuevo me arrastró al territorio de la pluma. Pero eso forma parte ya de otro escenario.





martes, 27 de agosto de 2013

Otoño que viene cargado de poesía

En unos días habrá finalizado agosto y ello supondrá reconociliarnos con la realidad, la que nos devuelve a ese mundo de horarios y agendas que condiciona todos los aspectos de nuestra vida y termina haciéndonos añorar estas jornadas sin apenas reglas que ahora van quedando atrás, aunque a algunos el calor no acabe de convencernos demasiado. El cuatrimestre de inicio de curso suele ser a  menudo un tiempo eléctrico, donde se pretende abarcar mucho y donde siempre terminan faltando días. El otoño es época favorable para pensar, proclive al inicio de nuevos proyectos, una estación que llega casi de incógnito, de la que prácticamente nos damos cuenta cuando ya la tenemos instalada sobre los tejados con su especial indumentaria. En palabras de Ángel González, "el otoño se acerca con muy poco ruido", y no le falta razón. Es buen momento también para la lectura, sobre todo de poemas y relatos cortos, pues quizá el ajetreo diario dificulta zambullirse en novelas y obras más voluminosas, que requieren mayor concentración. Después de un paseo por blogs y páginas dedicadas a los libros, descubro que varios autores de nuestro entorno publicarán obras nuevas en los próximos días, recalando en colecciones de editoriales diversas. Mucha poesía. En momentos como los que vivimos, me complace comprobar que los editores siguen apostando por ella, que no son "malos tiempos para la lírica" como diría Golpes Bajos.  Efi Cubero, José María Jurado, Santos Domínguez, Carmen Hernández Zurbano, Hilario Jiménez Gómez o José María Cumbreño tendrán esa oportunidad mágica de completar el proceso creativo entregando su sentimiento y su palabra a quienes verdaderamente se ocupan de darles sentido, a los lectores. Insisto, toda una mar de poemas, un torrente de versos que resonarán bajo la lluvia en los días apagados del otoño, con su olor propio y la puntualidad melódica de las sílabas y del ritmo. Música para las tardes brumosas de café, en compañía de la envolvente y densa voz de Diana Krall: "Let the love in your heart remain. Though the dark clouds make you blue...let it rain, let it rain, let it rain".





Portadas de los libros de poemas que podremos disfrutar este otoño, algunos ya a la venta:


       

domingo, 25 de agosto de 2013

Ciudad de Ángeles. Los Ángeles de Highgate

Por excéntrico que parezca, en las ciudades que he visitado, siempre me he dado un paseo por alguno de sus cementerios. Enlazando con la entrada anterior, en París, son pocos los que me faltan por visitar e incluso en alguno, como el de Père Lachaise, he estado hasta en dos ocasiones. Pero es que este camposanto, de enormes dimensiones y con tantos residentes ilustres, merece más de una visita. Otros tienen un encanto especial y suscitan evocadoras sensaciones, como el Cementerio Protestante Inglés de Roma, pequeña área en silencio a los pies de la Pirámide de Cayo Cestio, donde reposan exiliados legendarios como Percy B. Shelley o John Keats, éste último maltrecho por la injusticia de los críticos que arruinaron su pujante juventud, haciéndole vulnerable a todo tipo de males. Se apagó su voz y solo permaneció el ruido del agua en la Fuente Barcaccia, en la preciosa Piazza di Spagna de la capital romana.  Desde hace tiempo sin embargo tenía interés en conocer un recinto distinto, en este caso, en el país de origen de aquellos míticos poetas del romanticismo. Había leído ya sobre Londres y sus cementerios victorianos y no pensaba dejar de visitarlos cuando volviera a esa ciudad.  Llegamos pues a Highgate un domingo por la mañana, hará ahora prácticamente un mes. Enclavado en el norte de Londres, se trata en realidad de dos cementerios distintos, el del Oeste y el del Este. El autobús te deja próximo a la estación de Archway y es necesario subir una pequeña cuesta así como atravesar un parque. Si tienes dudas, en una iglesia cercana, un simpático presbítero anglicano te dará las indicaciones precisas para llegar.  Aunque hay que pagar para poder entrar, la parte Este es de libre acceso y tiene menos interés. En ella se encuentra la tumba de Karl Marx, autor de El Capital, que murió exiliado en la capital británica. No tiene pérdida pues el cenotafio está coronado por un mastodóntico busto del filósofo.  


Tumba de Karl Marx en el Cementerio de Highgate (Este)

Muy distinto es el camposanto del Oeste, al que solo puede accederse mediante visitas guiadas. Nada más traspasar la entrada y subir unas pocas escaleras, la impresión es definitivamente inolvidable. Quizá estos sean los terrenos donde en la ficción se ubicara la Abadía de Carfax que Bram Stoker menciona en su novela Drácula. O tal vez no. Pero seguro que el escritor los conocía bien. Cementerios como custodios de lo que un día fueron los hombres y las mujeres que en ellos reposan y de los que ya no quedan más que despojos. Espacios donde la materia y las creencias se entremezclan, donde uno se hace preguntas que nadie responde. Aquí, en Highgate, el tiempo ha pasado por encima de los mortales, la naturaleza se ha hecho dueña y señora y musculosas raíces y extremidades vegetales han terminado por socavar la horizontalidad de los monumentos funerarios. Al abrir los ojos, los ángeles nos observan. Por todas partes, rompiendo el skyline de las cruces celtas. Ángeles de alas oxidadas, de rostros apacibles, armados de trompetas. Curiosa también la simbología: antorchas boca abajo en la puerta de las catacumbas, urnas a medio cubrir por túnicas. Como desde antiguo, el hombre ha confiado en cruzar al otro lado siendo consciente de la fugacidad de la existencia,  procurándose guías que iluminasen ese incierto tránsito. Pero ello no solo lo hemos visto en este cementerio inglés. Ya  Bécquer hablaba de "ese limbo en que cambian de forma los objetos, misteriosos espacios que separan la vigilia del sueño", y se preguntaba "¿vuelve el polvo al polvo? ¿vuela el alma al cielo?, sin obtener una clave, sin hallar una salida. No sé, yo tampoco la tengo, quizá esos ángeles de piedra que resisten el paso de las tormentas y custodian la dormición de quienes a sus pies quedaron para siempre, pero sin duda ellos tampoco abrirán sus labios para darnos una pista. 








Iconografía y simbología en el Cementerio de Highgate (Oeste)

sábado, 24 de agosto de 2013

Quisiera ser Julio Cortázar

Bueno, finalmente decidí abrir un blog personal, independiente de la colaboración con asociaciones culturales tan queridas para mí como Norbanova o la Asociación Cultural Filatélica y Numismática Cacereña. Aquí será solo mi voz y las imágenes que el visor de mi cámara capte. En todo caso se tratará de dar testimonio del mundo, de los escenarios en los que nos ha tocado interpretar esta partitura incierta que es la vida. Literatura y Fotografía. Serán las señas de identidad de mi nueva bitácora.

Con el verano me propuse leer, aunque fuera a trompicones, la magna obra de Julio Cortázar, Rayuela, que este año celebraba su cincuenta aniversario. Por falta de tiempo, por pereza, por cierta aversión a enfrentarme con volúmenes de tal magnitud y complejidad, había permanecido aparcada en los anaqueles de mi biblioteca durante años, criando eso sí, un poso de polvo que contribuía a proporcionar más solera a sus páginas, como si de un buen vino se tratase. La edición, la de Cátedra, comentada, con numerosas notas y aclaraciones, adecuadas para comprender el texto pero también para enlentecer su lectura. Uno ya está en los albores del medio siglo y empieza a padecer achaques propios de tan inexorable condición. La presbicia es sin duda uno de los más significativos. De los demás mejor no hablar... Menos mal que Alfaguara decidió sacar una edición conmemorativa de esos cincuenta años, casi la misma vida que acumula este lector, con una letra más acorde a mis posibilidades visuales. Por otra parte, el hecho de haber estado hasta cinco veces en París, ciudad que acoge la trama de la novela y que sin duda es uno más de sus protagonistas, me daba cierta ventaja. También que el jazz y el blues sean dos de mis géneros musicales favoritos. Así, las andanzas de La Maga, con su corte de acompañantes ilustrados, resultará más fácil de digerir. París a ritmo de Satchmo. Montparnasse y las proximidades del Sena aliñados de vodka, con la banda sonora de innúmeros discos de vinilo en la estrechez de una buhardilla barata: "Satchmo por todas partes con el don de ubicuidad que le ha prestado el Señor, en Birmingham, en Varsovia, en Milán, en Buenos Aires, en Ginebra, en el mundo entero, es inevitable, es la lluvia y el pan y la sal, algo absolutamente indiferente a los ritos nacionales, a las tradiciones inviolables, al idioma y al folklore, una nube sin fronteras..." Ciudad que es escenario y escenario que abarca los propósitos y las excentricidades de sus figurantes, extrapolables a cualesquiera otros. Aquí es París, pero podía haber sido Londres, Milán, New York, Berlín... La música: "I could sit right here and think a thousand miles away", la electricidad, la compañía de la palabra que ya forma parte de nosotros.  Rayuela integra los universos perdidos de los desterrados, es tabla de salvación para quienes dejaron su existencia varada al otro lado del mar. Vos lo sabés, la realidad vive agazapada en las cuadrículas de un Mondrian.









París, "La Cité"