domingo, 27 de mayo de 2018

Las aguadoras de Cáceres: Fotografías y Tarjetas Postales

Grata sorpresa la de esta mañana, en el Diario HOY, a raíz del artículo que firma Sergio Lorenzo en el que se hace referencia al libro "La Tarjeta Postal en Cáceres (1900-1940)", editado por Cicon Ediciones en 2002 y del que figuran como autores María Antonia Fajardo Caldera y quien ahora escribe, Jesús M. Gómez, libro que junto a su gemelo "La Tarjeta Postal en Badajoz 1900-1931", de la misma editorial y año, obra de Francisco Javier García Ramos, fueron pioneros en su momento de otros que vinieron después y que desarrollaron esta temática de la cartofilia a nivel de la Comunidad de Extremadura. Recordamos, así, entre otros, "La Tarjeta Postal en Badajoz (1932-1962)", también de Francisco Javier García Ramos (Cicon Ediciones, 2003); "Recuerdo de Mérida (1900-1935)", de José Caballero y Carlos J. Carvajal; "La Tarjeta Postal en Extremadura (2003)", de Carlos J. Carvajal y Francisco Jiménez Díaz, y "Tarjetas Postales de Hervás", de José M. Castellano, publicado por Ediciones del Ambroz.  Para quienes vivimos la pasión de este tipo de coleccionismo, fueron años de búsqueda, de rescate, tratando de reconstruir el catálogo de ediciones de las tarjetas postales editadas en Extremadura a lo largo del siglo XX, con especial atención a las más antiguas, por cuanto venían a suponer un verdadero viaje al pasado, al mostrar a través de sus imágenes cuál era la estampa de nuestras ciudades, casi cien años atrás. 


Aguadoras y otros tipos populares, junto a la Torre de los Pozos. Fotografía procedente de cristal positivo estereoscópico, realizada por Xavier Parès, año 1915.



Se centraba el artículo de Sergio Lorenzo en la colección de tarjetas postales editadas por el fotógrafo francés Luciano Roisin, en Barcelona, en torno a 1930, pero con imágenes realizadas anteriormente, durante la década de los años veinte del pasado siglo. Se trata de veinte tarjetas que fueron editadas en sepia y también "iluminadas" en color, con motivos tan atractivos como las aguadoras de Fuente Concejo, a las que se alude en la crónica periodística, la Plaza Mayor de Cáceres, la Casa de las Veletas, el Palacio de los Golfines, la Iglesia de Santa María o el Arco de la Estrella. Sus negativos fueron reproducidos posteriormente en otras colecciones de tarjetas, ya de menor interés para el coleccionista. 



Pareja de Tarjetas Postales con las aguadoras de Fuente Concejo, en sus versiones sepia y coloreada, editadas por Luciano Roisin. 

Pero, volvamos a la historia de nuestras entrañables aguadoras. Representan sin duda la imagen de toda una época que ya nos parece muy lejana, aquella en la que portando sus cántaros, llevaban el agua hasta sus casas desde las diversas fuentes situadas en la periferia de la ciudad, como Fuente Concejo, Fuente Fría, Fuente Rocha, y otras muchas. Como se observa en las imágenes, eran mujeres de todas las edades, y la historia de sus vidas no es sino la de la propia ciudad de Cáceres, en la que vivieron, y donde seguramente residirán todavía sus descendientes. Regresemos por unos instantes a aquellos tiempos. En las tarjetas postales, las fotografías llamadas estereoscópicas, aparecen en no pocas ocasiones estos típicos personajes, iconos de una forma de vida y de un tiempo, que gracias a ellas nos es posible recuperar. Mostraremos algunos ejemplos con imágenes procedentes de mi colección particular, que van más allá de la serie de postales de Luciano Roisin y que se reproducen a continuación, a modo de homenaje a estas mujeres. 


Fotografía procedente de estereoscópica, donde se observan las aguadoras procedentes de Fuente Concejo durante los años veinte del pasado siglo. Obsérvese no solo su indumentaria, sus cántaros, sino el paisaje urbano posterior, con la carretera que conduce al Santuario de la Montaña, prácticamente sin edificaciones, solo las casas que circundan la fuente. 


La Fuente de Concejo hacia 1915. Fotografía procedente de cristal positivo estereoscópico realizada por Xavier Parès. 


Otra de las imágenes de la serie de Luciano Roisin, donde se observa la subida a la Montaña y el Santuario, al fondo. En torno a finales de la década de los años veinte. 


Ya en los años treinta, continuaba la fuente siendo punto de encuentro para el suministro de agua de los cacereños. 


Interesantísima fotografía, también de los años veinte (procedente de estereoscópica), con las aguadoras camino de la fuente, atravesando el Arco de la Estrella y junto al Adarve. 

Pero, como relatábamos, no solo la Fuente de Concejo fue la única de la que los cacereños y cacereñas obtenían el agua en aquellos años. Otras fueron también muy populares, como Fuente Fría, en las proximidades del Convento de San Francisco, y otras como la llamada Fuente de Hinche, que también servía de lavadero. En la colección de postales editadas por Eulogio Blasco, personaje muy popular en el Cáceres de la época, fotógrafo, pintor, conocido como "El Mudo", que tuvo tienda en la calle Pintores de Cáceres, llamada "El precio fijo", conservamos algunas postales en las que también aparecen aguadoras, y él mismo las tomó como modelo de sus cuadros, también luego reproducidos en forma de tarjeta postal, retratando ese Cáceres en que vivió. 


Aguadoras en el Puente de San Francisco, procedentes de Fuente Fría. Colección Eulogio Blasco, hacia 1920. 



Postales de la Serie "Tipos Cacereños", sobre cuadros de Eulogio Blasco, en las que también vemos a las típicas aguadoras, presentes en el Cáceres de los años veinte. En la primera, junto al Portal del Pan, con la Plaza Mayor al fondo, con su bandeja central, sus "aguaduchos" y la Torre de Bujaco con templete. En la segunda, frente a la Torremochada, junto a la ermita de las Candelas. 


Los Pilares de San Francisco (actualmente en el Foro de los Balbos), hacia 1940.
(Tarjeta Postal Foto Javier)

Y terminamos este pequeño recorrido con otras fotos o tarjetas más modernas, fechadas hacia los años cuarenta del pasado siglo, con estampas igualmente típicas de ese Cáceres, que nos ofrecen un escenario que ya solo pertenece al recuerdo.  


Fuente de Hinche. Aguadores y lavanderas (fotografía)


Plaza de Santa María. Aguadora y tipos populares (fotografía)


Arco del Cristo (interior), Aguadoras procedentes de Fuente Concejo. Años 40. Tarjeta Postal, Ediciones Arribas núm. 73 


























domingo, 20 de mayo de 2018

Antonio Machado, la resurrección de un poeta.

Llevo investigando y leyendo sobre Antonio Machado desde hace unas semanas a fin de preparar la presentación del libro "Mis cartas a Antonio Machado. Memoria inacabada", del profesor y escritor José María Sánchez y Torreño, que tendrá lugar el próximo sábado, 26 de mayo, en el Salón de Actos del Museo de Cáceres, a partir de las 20:30 horas, como colofón al curso del Aula de la Palabra de la Asociación Cultural Norbanova de Cáceres. Tras la lectura de la obra, amplio, documentado e intenso trabajo por parte del autor, se hacía necesario bucear en el personaje y la producción del poeta sevillano con el propósito de dar una mejor cobertura a los conocimientos que de él siempre había tenido y que en su mayor parte venían a limitarse a su poesía. Interesaba la personalidad del hombre, su trayectoria vital, las circunstancias en las que se desarrolló su escritura, los debates surgidos en torno a su contenido, sin descuidar la épica del personaje y el impacto que en su vida habría de tener el conflicto civil que asoló nuestro país. 


Qué mejor forma de investigar que siguiendo el rastro a los libros que en mi biblioteca tenía del poeta, muy reveladores de la forma en que su palabra y su andadura fueron cuajando poco a poco en la cultura española de los años del siglo veinte posteriores a su exilio y muerte en Collioure, donde se encuentra su tumba. Esta visión del Machado progresivamente rescatado, a la que el profesor Sánchez y Torreño dedica varias de las cartas que integran la obra que vamos a presentar, resulta fácil de seguir a través de los libros publicados en España durante el período de vigencia del régimen franquista hasta nuestros días. A algunos de ellos dedicaremos esta entrada. 

Mencionado por Sánchez y Torreño, debemos comenzar con la imprescindible referencia a las "Poesías completas", que en la editorial Espasa Calpe se publican prologadas por el escritor Dionisio Ridruejo y de las que dispongo de un ejemplar de su quinta edición, publicada en 1941. Lo primero que llama la atención de este tomo es el retrato de Antonio Machado que inaugura el volumen, dibujado en 1933 por su hermano José, quien luego le acompañaría en ese triste camino de la diáspora, y que más tarde emprendería la suya propia, cruzando el océano hasta afincarse en Chile. Controvertido sin duda el prólogo de Ridruejo, en aquellos momentos intelectual del régimen, del que luego se convertiría en opositor, nos presenta a un Machado "secuestrado moral", a cuyo rescate llamaba, si bien salvando aquello que "era patrimonio de España", lo que vino a suponer la preterición de contenidos que pudieran ser contrarios al sentir ideológico del momento en que tal rescate se efectuaba. Para Ridruejo, con la muerte de Machado moría la melancolía de España, "la melancolía que pudo llevar a España y lo llevó a él al error y a la muerte". Se publica pues al poeta pero se cercena su obra por motivos esencialmente ideológicos, como hemos dicho. 


La versión, digamos que, autorizada, de la obra machadiana se mantendrá no poco tiempo dentro de parámetros similares, aun cuando nadie podrá discutir su importancia en el marco de la literatura española. Se preguntaba Julián Marías en el prólogo a la Antología Poética publicada en 1969 por la editorial Salvat dentro de aquella Biblioteca Básica (libros RTV), presente en muchos hogares de este país y hoy en los puestos y librerías de viejo, si Antonio Machado era "el mejor poeta español de nuestro tiempo", para llegar a la conclusión de que era "otra cosa: un poeta irrenunciable", y pasados treinta años desde su muerte, "el poeta que más importa a los españoles". Esta Antología, núm. 16 de la mentada colección, condensa la producción poética más conocida de Machado, sus poemas de Soledades, Campos de Castilla, el romance "La tierra de Alvargonzález", Proverbios y Cantares, algunos Elogios y termina con algunas de las Canciones a Guiomar


Ni un verso de sus "Poesías de Guerra", que solo veremos, y también de forma fragmentaria, en las Poesías Completas que publicará Espasa Calpe en la Colección Austral con prólogo de Manuel Alvar, cuya primera edición es de 1975, el año en que fallece el General Franco. En mi biblioteca tengo la de 1980, y se comprueba que tales poesías completas propiamente no lo son. Como en la edición de Ridruejo, sirve de frontispicio el poema que Rubén Darío dedicase a D. Antonio y que aquí figura en la propia cubierta del libro. No será hasta la cuadragésima novena edición, en la misma colección Austral, cuando finalmente podamos disfrutar de un Machado libre de recortes. En la reimpresión de 2018, se llama la atención acerca de que finalmente se logró la verdadera rehabilitación del poeta: "esta edición no solo incorpora los poemas escritos durante la guerra civil, largamente hurtados a la lectura de los españoles, sino que añade una veintena de textos hasta ahora dispersos y prácticamente desconocidos". Cuesta pensar que poemas de tanta belleza y dramatismo como el que dedicase a la muerte de Federico García Lorca: "El crimen fue en Granada", hubiera sido, efectivamente, hurtado a los lectores y solo publicado en editoriales foráneas. 



Nadie puede cuestionar  hoy en día la vigencia y actualidad del discurso poético machadiano, aun cuando puedan resultar controvertidas algunas facetas de la personalidad del autor, como expone Juan Malpartida en su obra "Antonio Machado, vida y pensamiento de un poeta", publicada por Fórcola, en el presente año 2018. También en estos meses, la Colección Visor de poesía alcanzaba su número mil y lo celebraba con la edición de un volumen dedicado a Machado donde autores españoles y latinoamericanos le rendían homenaje a partir de aquel verso que sería el último de los suyos, hallado en sus bolsillos en un papel arrugado: "Estos días azules y este sol de la infancia"


En este marco, y cuando el próximo año se cumplirán ochenta años de la muerte del poeta, aún candentes debates como el del retorno a España de sus restos, el libro que presentaremos para cerrar el curso en el Aula de la Palabra deviene, si cabe, más necesario para descubrir y aproximarse a una figura imprescindible en la literatura y el sentir de una etapa convulsa de nuestra historia, algo que fácilmente se consigue a través de las cartas que Sánchez y Torreño remite desde sus páginas al buzón que en Collioure acompaña el descanso del poeta.  













viernes, 11 de mayo de 2018

Meses de pérdidas, de despedidas.

Ya es mayo y los meses han ido pasando con crudeza desde aquellas primeras jornadas del invierno, cuando enero y febrero vestían los ropajes del calendario, dando luego paso a un marzo desbocado de aguaceros, enmascarando los brotes de una primavera cautiva. Esta climatología de alocados vaivenes se ha hecho sentir también en la fibra de quienes, con las fuerzas justas, avanzaban a trompicones por los caminos de la vida, con los zapatos ya gastados y las arrugas marcadas. Rostros invernales azotados por el látigo de las borrascas, doloridos por los surcos del cansancio. 

Estos meses han sido de continuas despedidas, de tristes adioses, de naves aguardando emprender su última travesía, allá donde el horizonte apenas es tangible y caducan para siempre las mañanas. ¡A cuántos buenos amigos hemos perdido en esta espiral de polvo y de vacío!  Me miro las manos, con las que no podré volver a estrechar las suyas, los brazos que ya no rodearán de nuevo sus cuerpos, los labios, que ya no besarán sus tibios pómulos... En febrero fue ella, tan cercana, tan viejecita, durmióse en el silencio de la madrugada. Luego, la llovizna cómplice de la tarde, la escarcha del camposanto, la soledad becqueriana de la postrera morada. 


Más nombres se incorporaron al pasaje, exhausto marzo por el empuje de las aguas, dibujando un tránsito de libélulas y torrentes de almagre. Inapelable la decadencia escrita en los ojos de los ancianos, en la sequedad de sus miembros cariacontecidos, delatora la tos, articulando inoportunos monólogos. 

Él aguardó hasta mayo para coquetear con el crepúsculo, para enviar su última carta, sin franqueo ni marcas postales. Entretanto, mirarse al espejo es descubrir nuestra pequeñez, hasta qué punto somos vulnerables. Uno no ha dejado de verlo en ellos, en la impunidad de esos adioses que se han sucedido a pocos metros, casi rasantes, "el ser de repente solo un cuerpo / humillado y triste / en el umbral del último viaje /".  

Para quienes se fueron en estos días, en carne viva vayan hoy mis palabras, el cariño y el recuerdo, capaces de resistir el envite de las sombras.